Pregón. Relato de Laura Gallego:
Érase una vez un viajero que
llegó desde un lugar lejano a un pueblo en el que no había libros. Se sentó a
descansar en la plaza mayor y sacó de su morral un viejo volumen de cuentos.
Cuando empezó a leer en voz alta, los niños, que nunca habían visto nada
semejante, se sentaron a su alrededor para escucharlo.
El
visitante relató historias que fascinaron a sus oyentes y les hicieron soñar
con fantásticas aventuras en reinos maravillosos. Cuando terminó, cerró el
libro para volver a guardarlo en su morral. Nadie se percató de que, al
hacerlo, escapaban de entre sus páginas algunas palabras sueltas que cayeron al
suelo.
El
viajero se marchó por donde había venido; tiempo después, los habitantes del
pueblo descubrieron el pequeño brote que elevaba sus temblorosas hojitas hacia
el sol, en el lugar en el que habían caído las palabras perdidas.
Todos
asistieron asombrados al crecimiento de un árbol como no se había visto otro.
Cuando llegó la primavera, el árbol exhibió con orgullo unas hermosas flores de
pétalos de papel. Y, con los primeros compases del verano, dio fruto por
primera vez.
Y sus
ramas se cuajaron de libros de todas clases. Libros de aventuras, de misterio,
de terror, de historias de tiempos pasados, presentes y futuros. Algunos se
atrevieron a coger esos frutos, y había un sabio en el lugar que les enseñó a
leer para poder disfrutarlos.
A
veces, la brisa soplaba y sacudía las ramas del árbol. Las hojas de los libros
se agitaban y dejaban caer nuevas palabras. Y pronto hubo más brotes por todo
el pueblo; y en apenas un par de años, los árboles-libro estaban por todas
partes.
Se
corrió la voz; muchos investigadores, curiosos y turistas pasaron por allí para
conocer el lugar donde los libros crecían en los árboles. Los habitantes del
pueblo leían sus páginas con fruición, y cuidaban cada brote con gran mimo. Y
así iban recogiendo más y más historias con cada nueva cosecha de libros.
Un día,
los más sabios del lugar se reunieron y acordaron compartir su tesoro con el
resto del mundo. Eligieron a un grupo de jóvenes y los animaron a escoger un
libro del primer árbol que había crecido en el pueblo. Después, los enviaron a
recorrer los caminos.
Ellos
se repartieron por el mundo, buscando un hogar para su preciada carga, y así,
con el tiempo, cada uno dejó su libro en una biblioteca diferente.
Y
cuenta la historia que allí siguen todavía. Que hay algunas bibliotecas que
guardan entre sus estantes un libro especial que deja caer palabras-semilla. Y
que, si aterrizan en el lugar adecuado, cada una de esas palabras crecerá hasta
convertirse en un árbol que dará como fruto nuevos libros.
Nadie
sabe en qué bibliotecas se encuentran estos libros maravillosos. Se desconoce
también cuáles, de entre todos sus volúmenes, son los que proceden del pueblo
donde los libros crecen en los árboles. Podría ser cualquiera, y podría estar
escondido en cualquier rincón de cualquier biblioteca del planeta.
Animaos
a entrar en ellas y a explorar sus estanterías, viajeros; porque quizá deis por
casualidad con un libro cuyas palabras echen raíces en vuestro corazón y hagan
crecer un magnífico árbol de historias cuyas semillas puedan llegar a cambiar
el mundo.
¡Feliz
día de la biblioteca!
Laura
Gallego
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