Los alumnos de 3º B han trabajado con una obra pictórica de Joaquín Sorolla, titulada "Rompeolas. San Sebastián".
Primero han observado la obra y después, como dice el título, han elaborado unos relatos, de los que hemos escogido algunos.
Mi mejor amigo
Esta es la historia de un niño llamado Joaquín que en un día de invierno iba caminando a la escuela. Ese día, Joaquín, después de salir de clase, fue a ver a su amigo Dalí y decidieron ir a la playa a buscar conchas.
Por el camino vieron a un perrito callejero blanco y sin collar, no sabían si tenía dueño o no. Dalí le dijo a Joaquín: "Pobre perro". Y Joaquín le contestó: "Ojalá tuviera dueño".
Cuando recogieron tantas conchas que ya no les cabían en el cubo, decidieron contar cuantas había.
Joaquín se sentó encima del rompeolas, cuando una ola enorme se acercó se dio un susto tan grande que cayó para atrás. Joaquín no sabía qué hacer, se iba a ahogar, el perro se lanzó al agua, agarró a Joaquín y subió por unas escaleras que había.
La gente se acercó al rompeolas cuando oyeron los ladridos del perro y los gritos de Joaquín.
Un vecino de Joaquín corrió a llamar a su madre.
Cuando su madre llegó ya había varias personas atendiendo a Joaquín. Todos le contaron que el perro había salvado su vida.
La madre de Joaquín le dijo que se podían quedar con el perro. Joaquín se puso tan feliz que abrazó a Dalí y a su mejor amigo, su perro.
Miren Yubero.
Esta historia habla de un rompeolas:
Era un día estupendo de verano. Estaba toda la gente bañándose en el mar. Pero de pronto, todo cambió. Ya no hacía tan buen tiempo, se estaba nublando bastante. ¡Incluso las olas estaban bien! ¡Fue una pena! Todo el mundo comenzó a marcharse muy triste y sin saber qué hacer. Justo al momento, alguien dijo: ¡Un muro, necesitamos un muro! Ahora sí sabían qué hacer. Para que la gente se pudiera bañar en la playa, construyeron un muro y las olas chocaban contra él. Y ya se pudo bañar otra vez la gente y volvió de pronto el buen tiempo.
¡Ah, se me olvidó! A ese muro lo llamaron rompeolas.
Raúl González González.
El rompeolas mágico
Erase una vez, hace mucho tiempo, una niña llamada Rosa. Observaba desde su ventana un gran rompeolas. Ella creía que era mágico y se decía: "Será mágico porque cada vez que lo miro parece que las personas que se apoyan en él quedan hechizadas".
Un día decidió que se escaparía para verlo.
Cuando ya estaba fuera, fue a tocar el muro y se dio cuenta de que era verdad lo que pensaba.
- ¡Es verdad, es mágico!
Rosa también se dio cuenta de que a ella no le había afectado y se preguntó por qué.
De repente, se escuchó una voz que decía: "A ti no te ha afectado porque tú sabes que yo soy mágico -dijo el rompeolas- no eres como las demás personas que cuando las aviso no se lo creen".
Rosa dijo: "¿Por qué no se lo creen?
El rompeolas contestó: "Porque se creen que les están gastando una broma".
Rosa le contó la historia a todo el mundo y al final todos acabaron creyéndoselo y el rompeolas dejó de usar su magia.
Andrea Molina.
El rompeolas
Había una vez, en San Sebastián, una familia que vivía enfrente de un rompeolas.
Cada día que podían iban al rompeolas a ver la playa, fuera la estación que fuera.
Los días que hacía mucho calor bajaban a la playa a bañarse.
Un día que había muchísimo viento, la familia se fue a ver el mar revuelto y casi los cubren las olas hasta la cabeza. En un momento, sin darse cuenta, una ola más grande que las demás les llegó y entró en la carretera.
Lo bueno de eso fue que nadie resultó herido.
Desde entonces, cuando el mar está revuelto no van al rompeolas.
Ángela du Welz.
Estos son algunos trabajos de 3º C.
El cisne Amapola
Érase una vez un
pajarín
que se llamaba
Chicaleta y vivía en los árboles.
También había un
cisne llamado Amapola.
Habitaba un pato, se
llamaba Torcuato.
Torcuato y
Chicaleta no se llevaban nada bien...
ni siquiera un
poco.
Amapola era amiga de Torcuato y Chicaleta, de
los dos.
Intentaba que se
llevaran bien...
Pena, mala suerte,
porque no había resultado.
Un día Torcuato
necesitaba ayuda de Chicaleta porque se le había colgado su cometa en un tejado
y él no podía volar a cogerla.
Chicaleta se negó a
cogerla, Amapola le dijo que se lo pensara dos veces y le hizo caso.
Desde aquel día
Chicaleta y Torcuato fueron muy buenos
amigos gracias al cisne Amapola.
Gonzalo Chicón.
EL
PEZ Y EL CARACOL
Había una vez un caracol que iba por el
prado. El prado estaba lleno de flores.
El caracol estaba en un
lago y sorprendentemente salto un pez y era una Dorada Japonesa.
La Dorada le dijo al
caracol:
- ¡Hola, señor caracol! ¿Por qué has venido al
gran lago?
- Porque estoy muy solo
-dijo el caracol preocupado.
- Si quieres yo puedo
ser tu amigo -dijo la Dorada.
- ¡Vale! -respondió el
caracol muy alegre.
Unos días después la
Dorada estaba enseñando al caracol a nadar.
Tardó mucho tiempo en
aprender a nadar pero al final lo consiguió.
Como el caracol ya
sabía aguantar la respiración debajo del agua.
Fueron a visitar a la
madre de la Dorada, la madre estaba cocinando coral para todos.
- ¿Y quien es tu madre, caracol? -dijo la
Dorada extrañada.
- ¿Que quién es mi
madre? Yo no tengo madre -dijo el caracol.
- ¿Por qué no? -dijo la Dorada.
- Porque la cogieron
unos niños y empezaron a tirarle piedras -dijo el caracol llorando.
- Pues quédate conmigo como si fueras mi
hermano y te cuidaré -dijo la Dorada.
- ¿En serio? -dijo el caracol.
Y al final fueron como
hermanos toda la vida.
COLORIN COLORADO ESTE CUENTO SE HA ACABADO.
Mario Rosas.